Publicado 07/01/2025 10:44

Los santos populares de Chile: la fe los humildes

La tradición del culto a Los santos populares.
La tradición del culto a Los santos populares. - cedida

Santiago, 3 de enero. Periodismo Uniacc, Marjorie Rodríguez Osses.

En los rincones más modestos de Chile, persiste una tradición que mezcla devoción, memoria y esperanza: el culto a los llamados "santos populares". Se trata de figuras cuya veneración nace de la gente, más allá de los cánones de la Iglesia Católica, pero que han conquistado los corazones de miles por sus historias de tragedia y su conexión con el pueblo. Entre ellos, destaca el caso de Malvina Araya, una niña de la comuna de San Bernardo cuya muerte trágica en un incendio marcó a su comunidad y la convirtió en un símbolo de protección y fe.

Malvina Araya: un ángel quemado

Malvina Araya era una niña de 14 años que vivía en la comuna de San Bernardo y que, póstumamente, fue denominada bajo el título de "Abogada de los pobres". Según los relatos populares, en 1956 su vida terminó de forma desgarradora, ya que murió consumida por las llamas, suceso que dejaría una serie de interrogantes y pistas indescifrables para un caso policial que técnicamente aún se mantiene abierto. La brutalidad de su muerte y la inocencia de su corta vida conmovieron profundamente a los vecinos, quienes comenzaron a visitarla en su tumba para pedir consuelo y protección.

César Müller Leiva, más conocido como Oreste Plath, el destacado escritor y "folclorólogo", recopiló en su libro" "L'Animita, Hagiografía Folklórica", la historia de la animita, ubicada en el cementerio Parroquial de San Bernardo; y en la que fue su casa habitación dentro de la misma comuna.

El caso obtuvo tal revuelo que cada semana eran impresas numerosas páginas con la noticia e incluso radioemisoras cubrían el proceso condenatorio. Y tras varias semanas de juicio, el tribunal dictó la absolución del principal sospechoso, su padre, Ángel Custodio Araya, porque no se logró probar de manera fehaciente la intervención de terceras personas en el accidente.

Con el tiempo, la comunidad comenzó a atribuirle milagros, lo que provocó que ciento de personas llegaran hasta su última morada a pedir favores.*Incluso sobre su tumba comenzaron a aparecer flores, dibujos, estampas de santos, juguetes y placas por "favores concedidos" e innumerables velas.

A esa altura, su casa, convertida en santuario, daba refugio al pago de favores y mandas. Cada día era habitual que llegaran cientos de cartas de todo el país para consolar a la familia y argumentar milagros, y otros ciento que agradecían al alma de Malvina por ayudar en exámenes de colegios, curas de enfermedades, pagos de desahucios, pestes, operaciones quirúrgicas, empleos, diversos dolores, etc. Se dice que quienes le rezan reciben alivio en momentos de angustia, o han experimentado sanaciones y favores gracias a su intercesión.

Romualdito y otros santos del pueblo

Como Malvina, otros personajes han sido elevados por la devoción popular en Santiago. El caso de Romualdito es otro de ellos. Eventualmente se trataba de un joven cuyo asesinato violento en los años 30 enlutó a la ciudad de Santiago. Según el sitio de Memoria Chilena, aseguran que este caso es una de las animitas más antiguas de la capital. Ubicada en la calle San Francisco de Borja, en Estación Central, ocupa un tramo considerable con sus pequeñas casitas, las innumerables placas de agradecimiento y las ofrendas que sus devotos depositan.

Diversas son las historias que se han tejido en torno a la vida y la muerte de Romualdito. Se cuenta que fue un campesino que andaba de paso por Santiago, que fue asesinado por unos maleantes o que era un joven del barrio, afectado de una discapacidad mental, muerto en las mismas condiciones. También se dice que fue un niño pequeño, violado y asesinado, y a la vez, que era un hombre convaleciente de una enfermedad pulmonar, que al dirigirse a su hogar fue asaltado y apuñalado, desangrándose en el lugar.

La historia más convincente es que se trataba de un mecánico de 41 años que murió en ese sector en el año 1933, apuñalado en el corazón, presuntamente producto de un asalto. Fidedigna o no, esta nueva versión molestó a algunos de sus devotos, quienes acudían a él creyendo que se trataba de un niño.

Por otro lado, está la historia de Elvirita Guillén, una niña de 14 años violada y presumiblemente asesinada en Antofagasta, a mediados de marzo de 1937. Existe la versión que se habría suicidado ante el deshonor sufrido, aunque su muerte nunca llegó a dilucidarse. El caso conmovió tanto a la ciudad que, desde entonces, tiene un mausoleo que se volvió una suerte de capilla con un gran altar, santos que la acompañan, asientos donados por la comunidad, flores, estampas y placas en las paredes. Todo eso, para dar las gracias por algún favor concedido.

También está el caso de Carmencita, otra historia de violación. Esta vez, se trataba de una niña de nueve años, que aparentemente fue violada y asesinada en 1949 por alguien que nunca fue capturado. Sus restos descansan en el Cementerio General donde su tumba está llena de placas de agradecimiento, muñecas, juguetes y flores. Se dice, popularmente, que es la tumba más milagrosa del cementerio.

Actualmente otros nombres más mediáticos se han enaltecido como figuras milagrosas, como el caso del fallecido animador de televisión Felipe Camiroaga o el joven Daniel Zamudio, asesinado en un horrendo crimen homofóbico.

Una devoción viva y popular

Sin duda, los santos populares son un testimonio de la riqueza y diversidad de la fe en Chile. Se presume que la veneración de sus figuras responde a la identificación que siente la gente con las historias de quienes vivieron situaciones de dolor y pérdida, o que muchas veces, la admiración por estos denominados santos populares puede ser vista como una forma de resistencia cultural, ya que muchas de estas personas provienen de sectores populares y marginados.

En un mundo que a menudo parece desconectado de la tradición, los santos populares son un recordatorio de que la fe no siempre necesita altares imponentes o ceremonias formales. Para quienes le rezan a Malvina Araya o Romualdito, lo sagrado está en los pequeños gestos: una vela encendida, un susurro de esperanza, y la certeza de que alguien los escucha y los ayuda.

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