MADRID 22 Ene. (EUROPA PRESS) -
La interpretación del duelo intimista y romántico de la ópera 'Eugenio Oneguin', del compositor Konstantín S. Shilovski y con música de Piotr Ilich Chaikovski, ha convencido al público del Teatro Real, entregado durante su estreno este miércoles 22 de enero aunque, sin embargo, ha dictado un veredicto contrario ante la puesta en escena.
La producción, que por primera vez es propia del Real junto con la ópera de Oslo y el Liceu de Barcelona, está basada en la novela homónima en verso del poeta y dramaturgo ruso Aleksandr S. Pushkin y ha regresado a las tablas del teatro madrileño después de 15 años.
Entre otras autoridades, han asistido al estreno de 'Eugenio Oneguin' el secretario de Estado de Energía, Joan Groizard; el subsecretario para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Miguel Ángel González Suela; el presidente de Europa Press, Asís Martín de Cabiedes; la presidenta de la FNMT, Isabel Valldecabres; la delegada de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz; o el Patrono de Honor del Teatro Real, Alberto Ruiz Gallardón.
Tal y como adelantaba hace una semana el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, la obra es un manifiesto "contra lo operístico" en el sentido de que no hay escenografías descomunales o grandes efectos, aunque no han sido necesarios porque las voces y la música, dirigida por Gustavo Gimeno, próximo director musical del Teatro Real a partir del mes de septiembre, han llenado el recinto esta tarde. Gimeno ha recibido numerosos aplausos y una ovación para la que muchos de los presentes se han levantado de las butacas.
Precisamente, este carácter intimista de la ópera permite a los actores deslumbrar en el escenario, algo que estaba entre los objetivos del autor, quien escribió el libreto para cantantes jóvenes, capaces de mimetizarse con los personajes, alejados de los divos de los teatros de ópera. Esto ha provocado entre los presentes continuos aplausos durante las tres horas de función.
Así, la ópera se estructura sobre dos mundos diferenciados por la música: por un lado, el campo, evocado desde el inicio por canciones tradicionales y danzas folclóricas con una textura fluida y nostálgica, lo que le ha valido los vítores del público en varios momentos, y por otro lado, la ciudad de los salones burgueses, que permite a los cuatro protagonistas recorrer el escenario marcado por el vals, la polonesa o la mazurca, una orquestación más densa y rica.
Entre estos dos mundos se desarrollan los encuentros y desencuentros de Tatiana --a la que da vida la soprano Kristina Mkhitaryan--; Oneguin --encarnado por el barítono Iurii Samoilov--; Lenski --protagonizado por el tenor Bogdan Volkov--, y Olga --la mezzosoprano Victoria Karkacheva--. Todos actúan en base a la imposibilidad de un amor recíproco y verdadero, tema que flota a lo largo de toda la producción.
Para el director de escena Christof Loy, que ha sido despedido tibiamente por el público del Real, los tres actos de la ópera rompen su estructura de simetrías, dividiendo la ópera en dos partes con distintas escenografías, protagonistas y temáticas: la primera, con un decorado casi cinematográfico, aunque algo incómodo para el público en los laterales del recinto, representa la soledad buscado. Mientras que en la segunda, la estancia cerrada, provoca que los personajes sufran con la soledad que los enfrenta a sí mismos.
Este intimismo y carácter antioperístico también se ha reflejado en el vestuario, que ha estado a cargo de Piotr Ilich Chaikovski. Los hombres han vestido trajes sencillos compuestos por camisas, chaquetas y chalecos, clásicos y formales pero con figuras sólidas.
Mientras, las artistas que han dado vida a Tatiana y Olga han lucido vestidos sobrios y en colores neutros aunque acompañados, en algunas escenas, por chaquetas de punto de colores grises o negras. Esta sencillez refleja el estilo del autor del libreto, alejado de grandes artificios.
Sin embargo, esta sobriedad se ve eclipsada en la primera parte de la ópera por el aria que entona Tatiana para confesarle su amor a Oneguin en una carta apasionada a la que Chaikovski da voz con la poesía de Pushkin y que ha atrapado al público, que ha devuelto aplausos y varios 'bravos' a los versos de Tatiana.
Ella, que se siente atraída inmediatamente por el hasta entonces desconocido, recibirá una negativa por parte de Oneguin, aunque eso no impide que el efecto de esta carta siga en el aire del Real unos minutos más.
Aunque la música ha acompañado al relato romántico durante todo el montaje, las dudas y remordimientos del pasado que sufre el personaje de Oneguin, uno de los personajes más aplaudidos junto con Tatiana, marcan gran parte del ritmo en el escenario en la segunda parte y eso no ha terminado de convencer a algunos asistentes del público.
"'Eugenio Oneguin', de Aleksandr Pushkin, no es tanto una novela como un extenso poema narrativo en el que palpita lo más ardiente del romanticismo, pero que, también, observa con piedad y con distancia esos mismos excesos de la pasión romántica. Es, casi, una reprobación del romanticismo desbocado que no es capaz de temperarse. El texto invita a expurgar de sentimentalismo la pasión para revelarnos con crudeza el patetismo que esconde", explica Matabosch.
Así, el espíritu de Oneguin, a quien Matabosch denomina como un "niño bien" y no un seductor, ha convencido al público del Real, que al finalizar la ópera ha roto en aplausos y vítores durante algo más de cinco minutos, aunque algunos de los asistentes han abandonado sus asientos mientras que otros han mostrado su disconformidad ante la dirección de escena y coreografía.